20110210

Marido y mujer

Son las 2 de la madrugada. La mujer está en la cama mientras su marido todavía no se ha acostado. Le ha dicho a ella: "Vengo de aquí un rato, voy a ver la tele". Pero la cosa no va exactamente así.

Al cabo de unos instantes, él está en el despacho que hay al final del corredor, sentado ante su ordenador y mirando una web de filmes porno. Tras un breve periodo de tiempo, el hombre se masturba coumpulsivamente ante el monitor, está como loco. Va cambiando con el ratón de una peli a otra. No le da tiempo a ver casi nada, busca cosas concretas que le excitan. Todas son parecidas a simple vista, pero él se excita brutalmente. No puede contenerse, cambia de pelis sin cesar, más y más... Mientras, su mujer continúa durmiendo. O eso cree su marido. En pleno frenesí masturbatorio ante una escena lésbica de alto voltaje, abre la puerta su querida esposa, de repente. No le da tiempo a nada, el hombre acaba de correrse y ha salpicado hasta el teclado. Ella lo pilla in fraganti.

El marido tiene la cara encendida y está sastisfecho del corrido pero asustado y cagado ante su mujer. Ella está perpleja. Con lentitud, se acerca a la pantalla del ordenador. Mira fijamente a su marido, le da un bofetón y se echa a llorar. Él está tembloroso, y no solo por el desahogo sexual. Se levanta, le toca la cara a su mujer. Se moja con sus lágrimas. Ella le repele... de momento. De manera inesperada, él empieza a lamer las làgrimas del rostro de su mujer y ella no se resiste. Con urgencia -va como una moto-, él le sube el camisón a su esposa, le quita la ropa interior y sin perder el tiempo le hace un cunilingus alucinante. Los dos están increíblemente excitados: él arrodillado y ella medio de pie, jadeante. Tiembla, su cuerpo se llena de movimientos involuntarios causados por la excitación provocada por la faena que le está haciendo su marido. Finalmente ella llega al orgasmo. Todo ha sido muy rápido. Se dirige al baño sin apenas descansar. El marido, agotado pero feliz por la paradójica reacción de su mujer, yace sentado en una silla giratoria. Al poco tiempo, ella sale del baño, se acerca a su marido y le clava tres veces una tijeras en el cuello. Acierta de lleno. Incrédulo, palido, el marido empieza a sangrar y cae al suelo. Pierde el conocimento. Ella lo contempla absorta, sin mostrar ningún sentimiento. Ha enloquecido... de placer. Le queda poco tiempo. Un éxtasis en todos los sentidos.