20110215

Deseo

El domingo pasado vi Ese oscuro objeto del deseo, de Buñuel. Una gran película y de una mala leche mayúscula. El largometraje plantea el tema del amor, la obsesión y la dependencia hasta la enfermedad de un hombre entrado en años por una mujer joven, una Lolita vamos. Mathieu, el protagonista (un Fernando Rey estelar) se enamora locamente de Conchita, a la que conoce cuando esta trabaja de doncella en casa de un amigo suyo. Un caballero rancio español se ve atrapado por un deseo lujurioso tardío hacia una joven, interpretada por dos actrices según la escena (Carole Bouquet/Ángela Molina). Tela... La historia narrada en la película es explicada en un tren por Mathieu a unos ocasionales compañeros de viaje (con enano psicólogo incluido), con un aire bastante onírico y desternillante.

Conchita, una joven seductora, excita el deseo del protagonista pero luego posterga y rechaza todo tipo de contacto sexual con él. Una calienta-braguetas, hablando en plata... pero el asunto no es tan sencillo, no. Se trata del misterioso y laberíntico tema de la seducción, de cómo la resistencia de Conchita excita el deseo de Mathieu. Excitar el deseo para luego no entregarse. ¿Por qué? Muy sencillo: para no pasar a ser una más de las conquistas del viejo, ni más ni menos. Se trata de poner la miel en los labios y luego frenar el impulso. Esto crea cada vez más la obsesión del protagonista, que llega hasta límites insospechados de humillación para poder tener al objeto de su deseo. Pero ella no se deja. El culmen delirante de la cuestión tiene lugar cuando ella se entrega sexualmente a un joven ante él, que está mirando la escena tras las rejas de la casa que ha comprado en Sevilla a Conchita. Ni el dinero puede comprar el deseo. Ja, ja... Qué cabrona. Literalmente se vuelve loco el protagonista. No se ha entregado a él, pero sí a un joven, que por otra parte parece gay, para más retorcimiento e inri. Quizá se trata aquí del tema de que, cuanto más dócil se es con los demás, más perversos son los demás con nosotros, y al revés. Ella tiene la llave y hace lo que quiere, con y quien quiere, y tortura al enamorado/obsesionado protagonista hasta el paroxismo. Se convierte, pues, en un pelele en manos de Conchita. Pero su enfermedad no es ella, sino su deseo insatisfecho.

Llega un momento en que Mathieu zurra a Conchita, no puede más y se le va la mano. Seguramente ante esta escena saltarían muchas feministas contra el macho salvaje y maltratador. No hay que confundir, es solo cine.... buff. Ella, paradójicamente, lo sigue entonces, no quiere perderlo. Al final de la peli, en una vuelta de tuerca surrealista, en un tira y afloja del protagonista y Conchita por una calle, creo que de París, hay un atentado terrorista frente a una tienda y todo vuela por los aires. Asi se acaba. Arde que arde y fin. Muy interesante, sin duda.